por Jorge Raventos
En una semana en la que concluyó la calma chicha en relación con el valor del dólar se pone en marcha el repartido proceso electoral destinado a renovar poderes municipales, provinciales y de la Nación que concluirá dentro de ocho meses, con el ballotage de noviembre. El comicio que hoy decidirá quién ha de ser el próximo gobernador de la provincia de Neuquén inaugura en la práctica el año electoral.
Neuquén es un espejo alterado de la situación política nacional. Si bien, como en el país, hay tres fuerzas que se destacan con probabilidades de triunfo entre las nueve candidaturas que participarán, ninguna de estas tres refleja con precisión a las que compiten con chances en el escenario mayor.
La coalición oficialista -Cambiemos- tiene una representación aparente: la encarna el intendente radical de la capital neuquina, Horacio Pechi Quiroga. En verdad, por él han apostado sus correligionarios radicales (algunos de ellos han viajado a la provincia a hacer campaña) pero no el Gobierno nacional, que íntimamente considera que la candidatura de Quiroga no tiene verdaderas posibilidades de triunfar y que, en realidad, favorece indirectamente a la oposición al distraer votos que podrían apoyar al actual gobernador, Omar Gutiérrez, que va por la reelección.
Tres días atrás, desde Buenos Aires y a tono con esa mirada de la Casa Rosada, el diputado nacional de Cambiemos Leandro López exhortó a sus comprovincianos a inclinarse por el “voto útil” y a “evitar votar a opciones que no tengan chance de ganarle a Rioseco” (el postulante opositor de perfil peronista). No hace falta un intérprete para entender que se los invita a evitar la boleta de Cambiemos y a votar por el gobernador. Según las encuestas que maneja el Gobierno nacional, Gutiérrez está uno o dos puntos detrás de Rioseco.
Leal descendiente del Movimiento Popular Neuquino, creado cinco décadas atrás por los hermanos Felipe y Elías Sapag, Gutiérrez ha sido convergente con la administración nacional diferenciándose de ella sólo en temas atinentes al interés provincial. Ese fue el estilo tradicional de los Sapag: manejo dominante de lo local y disposición a intercambiar adhesión o acompañamiento al poder central por respeto a su autonomía y buena disposición frente a las políticas que interesan a la provincia.
¿Vaca muerta o Vaka Muerta?
Con el creciente desarrollo de la producción de gas y petróleo no convencionales las convergencias se incrementaron tanto como las disonancias, pese a lo cual la Casa Rosada ha considerado hasta aquí a Gutiérrez un virtual aliado.
Ese criterio se ha visto acentuado por la fuerza que adquirió la candidatura opositora de Ramón Rioseco, ex intendente de Cutral Có. Con un pasado reciente como dirigente sindical combativo y una buena gestión municipal, Rioseco está alto en las encuestas y podría convertirse en gobernador electo el domingo.
El Gobierno y los observadores empresarios más sensibilizados suponen (o quieren hacer suponer) que Rioseco es la expresión local del kirchnerismo y que un triunfo de su fórmula sería equivalente a una victoria de la señora de Kirchner en la provincia que atesora una de las mayores reservas de shale oil y shale gas del mundo.
¿Vaca Muerta se transformaría en Vaka Muerta? Se trata de una confusión: si bien el candidato ha recibido con gusto al apoyo de la expresidente, utiliza el sello Unión Ciudadana que el kirchnerismo registró oportunamente y admite a todos quienes quieran colaborar con él sin distinguir pelo ni marca, su liderazgo tiene perfiles autónomos y su práctica hace tiempo que ha virado a una prudencia que supera inclusive la que la señora de Kirchner ha procurado exhibir en las últimas semanas. “El candidato soy yo” -declaró Rioseco-.
Si la Casa Rosada teme un triunfo de Rioseco es menos por su eventual irradiación estrictamente política (la provincia cuenta con un padrón electoral de apenas medio millón de personas) que por el influjo que ese resultado podría ejercer tanto sobre las esperadas inversiones en el sector energético como, en general, sobre los inquietos mercados que han impulsado la nueva trepada del dólar y sobre la anhelada recuperación de la economía, claves de su destino en las urnas de octubre. En cualquier caso, confiado en la victoria de su sector, Rioseco se comprometió a ofrecer “todas las garantías jurídicas para que las inversiones sigan viniendo” y aseguró que “se van a respetar todos los convenios que firmaron los gobernadores que estuvieron antes que nosotros”. El candidato peronista no quiere que lo usen como un cuco para explicar la extrema sensibilidad de los mercados: “No habrá cambios bajo ningún punto de vista. Si hay alguien en este país que no garantiza las reglas del juego es Mauricio Macri, que es imprevisible jurídicamente”.
En Neuquén se define una situación local y un capítulo de la pulseada nacional. Lo más probable es que hoy por la tarde Quiroga reserve a Cambiemos, la coalición oficialista, el tercer puesto en las pizarras de resultados. El intendente-candidato declara con caballeresca ironía que “si pierdo, no será una derrota de Macri”, un giro sutil para insinuar que él nunca llegó a ser el candidato del Gobierno nacional. Tal vez crea que lo que sí se viviría como derrota en Balcarce 50 sería una caída del gobernador Gutiérrez. Lo que no está en discusión es que el caso neuquino es un nuevo motivo de queja de la UCR, que observa con disgusto el espíritu pragmático de la Casa Rosada, al que atribuye disposición a sacrificar candidatos radicales en beneficio de acuerdos con gobernadores de otro signo.
Los radicales y Cambiemos
Las rencillas radicales con el macrismo ya son un clásico: hace meses que reclaman sin suerte mayor participación en las decisiones de gobierno y a eso han sumado en los últimos meses exigencia de apoyo a sus candidatos y de incorporación de radicales en las fórmulas de gobierno. El Pro viene cediendo y concediendo después de competir y perder en La Pampa, pero hay algo que la Casa Rosada no está dispuesta a autorizar: la intromisión del radicalismo en cuestiones atinentes al binomio presidencial. En este punto no admite ni la idea de habilitar una PASO para definir la candidatura protagónica (se sigue agitando la figura de Martín Lousteau como challenger eventual de Macri) ni a abrir la fórmula a un miembro del radicalismo. Esta inflexibilidad augura renovadas tensiones, que obviamente se intensifican en la medida en que la economía no se muestra en condiciones de aceitar los engranajes.
La situación de Córdoba merece un párrafo aparte. En las presidenciales de 2015, la provincia mediterránea le dio a Macri el triunfo más significativo y, de yapa, le facilitó el diálogo amable con el gobernador adversario más representativo. Ahora, ante la elección local, la coalición oficialista navega por aguas interiores turbulentas y el Gobierno nacional, tardíamente, trata de retroceder a un puerto tranquilo en el que esa tormenta no lo golpée de modo decisivo.
La primera intención de la Casa Rosada fue imponer a los aliados cordobeses una solución para definir la fórmula de gobierno que evitara la elección interna y facilitara la candidatura de Mario Negri, un radical bendecido por Elisa Carrió y por el jefe de gabinete, Marcos Peña. El intendente de Córdoba capital, Ramón Mestre, que quiere ser candidato a gobernador, defendió contra viento y marea su derecho a serlo y la vía electoral para decidir la fórmula.
Desde Balcarce 50 no cejan aún en su intención de evitar la elección, que tiene fecha para el 17 de marzo, y uno de los laderos de esa estrategia, Luis Juez, que acompaña la boleta de Negri, ha impugnado la interna en la Justicia para impedirla. “No hay garantías”, argumenta Juez. Todo parece indicar que sus objeciones no encuentran eco en los tribunales.
Negri, por su parte, amargado por la intransigencia de Mestre tanto como por la impotencia de la Casa Rosada para someterlo, ha esgrimido un argumento políticamente imprudente: “No quiero una interna a lo Maduro”, dijo. Ese tipo de razonamiento es veneno puro para el oficialismo: si también en el seno de la coalición de gobierno se pueden sospechar métodos “a lo Maduro”, se desbarata un instrumento valioso de la propaganda: el uso del drama venezolano como ariete para demonizar en exclusividad al kirchnerismo.
Venezuela y un Negri ofuscado
La ofuscación de Negri puede entenderse: viene de perder su posición en el Consejo de la Magistratura por decisiones del Gobierno que él atribuyó a incapacidad táctica; en diciembre concluye su mandato como diputado (y, por lo tanto, su posición como jefe del interbloque de la coalición) y, en virtud de una norma interna de Cambiemos, por el solo hecho de presentarse a la interna por la gobernación y aspirar a una posición ejecutiva, no podría aspirar en este turno a un nuevo período en el Congreso. Perder la vidriera parlamentaria por la candidatura a gobernador es una cosa, perderla por la candidatura a la candidatura es algo muy distinto, muy aleatorio. Sobre todo si desconfía de la limpieza de la interna. Y ese es el caso.
Para ahorrarle a Negri la posibilidad de quedarse sin el pan y sin las tortas la Casa Rosada podría trabajar no ya sobre Mestre, sino sobre él mismo, para convencerlo de que dé un paso atrás en la puja por la gobernación y permanezca en el Congreso, donde Cambiemos se quedará desde diciembre sin varias primeras espadas que necesitará mucho, especialmente si Macri consiguiera la reelección. Claro que ese paso sensato tendría un costo para la conducción de la campaña nacional: implicaría el reconocimiento de un retroceso frente a la obstinada postura del radicalismo cordobés que conduce Mestre y la admisión de una gruesa falla de cálculo.
Por su parte, al mismo tiempo que se muestra firme en su apuesta política, Mestre actúa con prudencia y evita desafiar verbalmente a la Casa Rosada. Convencido de que conseguirá la candidatura a gobernador, es conciente de que de allí en más tendrá que hacer clinch con Macri y con la campaña nacional, porque necesitará todos los recursos posibles, humanos y materiales, si pretende una performance competitiva frente a Juan Schiaretti, el más fuerte de los gobernadores peronistas.
A partir del comicio de hoy en Neuquén, el mecanismo electoral se pone en movimiento.
El despertar del dólar, sumado al temible dinamismo de la inflación, vuelve a agitar los temores y las expectativas económicas.
No son tiempos tranquilos, son tiempos interesantes.